Un entendimiento de la dieta
1. El interés por vivir una vida armoniosa, libre de
ansiedad y tensión, nos lleva inevitablemente a
considerar la dieta y, específicamente, el tema del
vegetarianismo.
Los portavoces de las escuelas públicas del estado
y de los departamentos federales de agricultura
exaltan continuamente las virtudes del consumo de
carne. Desde la niñez se nos inculca la creencia de
que la carne es esencial, uno de los “cuatro pilares”
de la dieta equilibrada, necesaria para la buena sa-
lud y el bienestar. Y, sin embargo, hay millones de
personas que viven vidas visiblemente plenas y vi-
gorosas sin haber probado jamás un bocado de
carne.
Quien considera esta cuestión básica de la dieta
pronto encuentra confusión en las continuas afir-
maciones a favor y en contra. Condensados en su
esencia, los argumentos a favor del consumo de
carne se apoyan en el tema de la “necesidad de la
dieta”, mientras que los argumentos en contra se
basan en el perjuicio que producen las toxinas que
se encuentran en la carne y en la resistencia emo-
cional a matar a otro ser animado para alimentarse.
2. La primera pregunta que se debe plantear al consi-
derar la dieta es: ¿Por qué comer? La respuesta pa-
rece obvia: Se come para vivir. Pero hay casos bien
documentados de yoguis que no han tocado ali-
mento ni bebida alguna durante años. Aunque, pa-
ra ser justos, se debe agregar que estos individuos
pasan todo el tiempo inmóviles, sentados en un es-
tado de profunda meditación.
Comer proporciona el combustible para la activi-
dad del sistema. En tanto tengamos que efectuar
acciones físicas en el mundo, el alimento es nece-
sario para reponer la energía consumida en el pro-
ceso de llevar a cabo nuestro rol kármico. Los mo-
vimientos gastan energía y el alimento es energía.
Específicamente, el alimento es energía química in-
troducida en el sistema para aportar glucosa nutri-
tiva a las células y las sustancias químicas específi-
cas necesarias para construir y mantener los tejidos
vitales. Y, como no hay un solo alimento disponi-
ble todo el año que suministre todos los nutrientes
que necesita el sistema, se debe seleccionar, dentro
de una gran variedad de alimentos, aquellos que
satisfacen las necesidades de nuestro propio y úni-
co sistema.
3. La carne es un alimento muerto, que a menudo
tarda varios días en llegar al mostrador de carnes
del supermercado. En la mayoría de los casos se
agregan conservantes (un eufemismo para designar
las sustancias químicas que matan a los microorga-
nismos que de otra manera se desarrollarían en la
superficie de la carne muerta) y colorantes (para
enmascarar el color marrón que adquiere la carne
al empezar la descomposición). Adicionalmente, la
energía vital abandona el organismo con la muerte,
dejando atrás solamente químicos inertes. La co-
mida muerta, sea cual sea su procedencia, es de na-
turaleza tamásica –y esto incluye todas las frutas y
verduras enlatadas–. Por el contrario, las frutas y
verduras frescas contienen energía viva. Las semi-
llas provenientes de esos alimentos germinarán y
crecerán.
El alimento permanece aproximadamente un día
dentro del sistema humano antes de ser eliminado.
Así, al consumir carne y alimento enlatado, que no
es sino energía inerte que tiene ya algunos días, es-
ta energía se incorpora al sistema en el que todavía
debe permanecer un día más.
La implicación de este simple hecho puede com-
prenderse rápidamente con un simple experimen-
to: llenar dos vasos con agua del grifo a temperatu-
ra ambiente. A uno de ellos, añádale una rodaja de
verdura fresca; al otro, un trozo de filete del mis-
mo tamaño. Mantenga ambos a temperatura am-
biente y observe la condición de su contenido al
finalizar el tercer día.
4. Los animales carnívoros poseen estómagos pode-
rosos e intestinos cortos y simples que permiten
que los alimentos sean procesados y expulsados en
un ciclo de 24 horas. Este ciclo corto de digestión
minimiza la descomposición y la absorción de
químicos tóxicos. Aún así, la mayoría de los carní-
voros duermen entre 10 y 24 horas después de una
comida completa, de modo que toda la energía
pueda concentrarse en el procesamiento de la co-
mida. Y eso que la mayor parte de los carnívoros
come carne fresca, recién muerta.
La ciencia médica occidental ignora que comer car-
ne produce un drástico aumento de los productos
químicos tóxicos en la corriente sanguínea del ser
humano. A los pacientes con problemas en los ri-
ñones se los somete rutinariamente a dietas des-
provistas de carne (los riñones son los mecanismos
purificadores que filtran los venenos presentes en
la sangre). Se toma esta medida porque el aumento
del ácido úrico en la sangre se dispara después de
la ingesta de carne (de vaca, cerdo, pescado o aves
de corral) y se puede desencadenar un coma seve-
ro y la muerte. Este mismo producto químico se
ha señalado como el factor causal y el mayor irri-
tante en la arterioesclerosis y otras enfermedades
circulatorias. Pero el ácido úrico no es el único
químico perjudicial para el bienestar físico y mental.
5. Desde la granja, la vaca, la oveja o el cerdo son
metidos en camiones para llevarlos a un matadero
donde son exterminados y cortados en pedazos. El
animal es arrancado repentinamente de su ambien-
te habitual, donde ha pasado toda su vida, y se lo
mete a empujones en estancias oscuras y estrechas
donde ha de permanecer durante horas, continua
mente expuesto a ajetreadas vibraciones, marchas
y detenciones repentinas, cambios radicales de
temperatura y sonidos molestos, a medida que via-
ja en camiones o en tren. Luego, al llegar a su desti-
no, hombres armados con picanas eléctricas desem-
barcan al animal y le hacen moverse a través de un
desconcertante laberinto de rampas, toboganes y
baños químicos. Finalmente, el animal llega al ma-
tadero mismo, que está lleno de olor a sangre y de
los sonidos de cientos de animales aterroriza-
dos.
Los animales tienen emociones, como lo puede
verificar cualquier dueño de mascotas, y pueden
experimentar estados de temor y de pánico, pro-
ducidos por el proceso del traslado y la matanza.
¿Qué estados psicológicos acompañan a estas
emociones?
El temor es la respuesta psicofisiológica del orga-
nismo a situaciones amenazantes. El pánico es el
temor llevado al extremo. La presentación fisioló-
gica de un fuerte estímulo de temor dispara una
compleja cadena de sucesos que comienza en el
cerebro y llega finalmente a cada célula y fibra del
organismo. Una vez reconocida la amenaza, el hi-
potálamo del cerebro transmite una serie de órde-
nes a través de la columna vertebral a los centros
nerviosos de todo el cuerpo. En la garganta se li-
beran al sistema grandes cantidades de hormona ti-
rotrópica (TSH), mientras que los riñones vierten
un torrente de hormonas adrenocorticotropas
(ACTH). Estas, a su vez, disparan una serie pro-
gramada de respuestas en todo el cuerpo.
Los músculos faciales y de los miembros se llenan
de sangre extraída de los vasos ahora contraídos de
la piel y el sistema digestivo. El bazo se contrae y
vierte un gran número de corpúsculos blancos y
plaquetas en la corriente sanguínea. El latido car-
díaco, la presión sanguínea y la frecuencia respira-
toria se elevan y todos los músculos se tensan. El
hígado fuerza la salida de azúcar a la sangre, para
satisfacer las extremas demandas del sistema que
se ha despertado. Los orificios nasales se abren pa-
ra captar la mayor cantidad posible de estímulos.
Los gases abdominales se mueven hacia abajo, for-
zando a las heces y la orina a salir del sistema y ali-
gerar el organismo.
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